El susto dura y más cuando no solo su vida estuvo en peligro, sino también la de sus tres hijos de uno, 11 y 15 años. Marina Maldonado, de Arcadia, aún tiembla cuando rememora la pesadilla que vivió el domingo a la mañana, cuando la unidad 4 de la empresa Rápido del Norte, que los traía desde Mendoza, de repente comenzó a incendiarse y en cuestión de minutos quedó envuelta en llamas. Afortunadamente los 50 pasajeros, todos trabajadores cosecheros, pudieron escapar de las llamas y solo algunos padecieron un shock nervioso o lesiones leves y fueron asistidos en el hospital de La Cocha. “Todo venía bien cuando de pronto el ómnibus se sacudió. Enseguida comenzamos a sentir un olor a quemado. Al parecer reventó la rueda delantera del lado derecho y hasta que el chofer logró detenerlo la fricción del neumático reventado con el pavimento caliente inició el fuego que no se pudo controlar”, contó la mujer. Marina iba con sus hijos en los últimos asientos del piso de arriba. “La gente gritaba desesperada cuando el fuego se agitó en la puerta y ya no podíamos salir por ahí. Entonces unos muchachos rompieron los vidrios de las ventanas. Con ayuda logramos saltar. Era todo alboroto. Había que escapar de las llamas” apuntó. Marina fue a Mendoza en enero con su esposo José Garzón. Lo ayudó en la cosecha de la manzana y emprendió el retorno porque sus dos hijos mayores tienen que regresar a la escuela. José se quedó a seguir en su trabajo. “Perdí dinero, ropa, útiles escolares que había comprado para los chicos y el celular, entre otras cosas. Son pocos los que alcanzaron a rescatar algo de lo que traían. Nos prometieron que nos iban a reconocer lo que perdimos. Pero no sé nada aún”, indicó.

Transportes

La coordinadora del viaje, Érica Campero, sostiene que la experiencia vivida en el viaje de la unidad 4 “fue una desgracia con suerte”. “Lo importante es que todos salieron ilesos, salvaron sus vidas”, recalcó. Y aunque la joven formuló una encendida defensa sobre las garantías que brinda en sus servicios Rápido del Norte, volvió a instalarse en las redes sociales el debate acerca del control y seguridad que tienen las empresas de transportes de pasajeros que operan en nuestra provincia. Más aún en el verano, cuando se conjuga el movimiento turístico y el de los trabajadores “golondrina” que salen en busca de un empleo.

¿Algo cambió desde aquel 15 de setiembre del 2002 cuando murieron 50 personas en un percance en los cerros de Catamarca? ¿En qué manos queda la vida de la gente cuando sale de vacaciones en colectivo (servicio de tours o particular) o a trabajar? Tan solo Érica, entre octubre y marzo, coordina en el interior tucumano con una empresa 80 viajes con cosecheros. Es decir que tan solo ella moviliza a 4.000 personas en una temporada. Pero asegura que hay otras cinco a seis empresas que también transportan trabajadores. Aunque no hay una cifra definida de los cosecheros que emigran a otras provincias cuando concluyen la zafra azucarera y las cosechas -del limón y arándano-, se estima que por año son cerca de 25.000 los tucumanos que van a Mendoza y Río Negro, principalmente. “Los colectivos de Rápido del Norte son nuevos y después de cada viaje ninguno puede hacer otro viaje sino estuvo parado al menos seis horas. Se trata de brindar la máxima garantía a los viajeros”, apuntó Campero. La joven venía en la cabina de los choferes cuando se produjo el reventón del neumático y luego el incendio. “El chofer se tiró sobre el volante para evitar perder el control y terminar volcando. Entonces la historia hubiera sido otra. Con suerte y luego de varios metros lo detuvo. Enseguida comenzaron a aparecer las llamas”, contó. “Los choferes tomaron los matafuegos pero no lograron sofocarlas” aseguró.

Otra odisea

En el área turística, en el último verano, sobraron las malas experiencias de viajeros que optaron por los servicios de agencias. María Ortíz, docente, en enero viajo al sur a través de un tour en colectivo de un operador turístico de la capital. “No solo que la unidad salió con más de 30 minutos de atraso, sino que además cuando partió, recién fue a cargar combustible en Famaillá. Después, varios kilómetros más adelante de Loreto (Santiago del Estero) acusó un desperfecto mecánico y debió regresar a esa ciudad a buscar un mecánico. Seguimos luego de un par de horas de estar parados”, contó. Pero la peripecia no concluyó ahí. A 200 kilómetros de Bariloche, lugar de destino, reventó la rueda delantera del lado del chofer. “Sentí un olor a quemado y el ómnibus comenzó a detenerse. Después surgió la novedad de que los choferes no tenían las herramientas para cambiar la rueda. Estuvimos varados otras dos horas hasta que los conductores de otro colectivo de paso nos auxiliaron”, relató. “La rueda de auxilio, para colmo, no estaba en buenas condiciones y debía ser reparada a la brevedad la que se había pinchado. Por eso tuvimos otras horas más de demora hasta que se consiguió una gomería. Era domingo”, recordó. El viaje duró casi 48 horas desde Tucumán. Historias como la de María no fueron pocas. “Lo que pasa es que el desborde de demanda de viajes obligó a las agencias de turismos a apelar, en algunos casos, a empresas con unidades antiguas o de precaria condición mecánica y de seguridad. La pregunta es: ¿quién controla esto?” planteó.

Competencia nacional

El secretario de Transportes de la provincia, Vicente Nicastro, dijo que la responsabilidad del movimiento interjurisdiccional de colectivos corresponde a la Comisión Nacional de Regulación del Transporte (CNRT). “Nuestra dependencia tiene competencia de los servicios que se mueven dentro de la provincia. Entre ellos están los de cosecheros del limón. La Dirección de Transportes se encarga de registrar y hacer cumplir las normativas de autorización”, precisó. “La CNRT opera en la terminal de ómnibus y es la que controla el movimiento de colectivos que salen a otras provincia”, insistió.